martes, 14 de agosto de 2012

Every single line

Se deja leer aquí.

Peter Handke - La tarde de un escritor. 

Dura lo que un pedo en una canasta. Es tedioso, pretencioso y está lleno de descripciones.

¿La historia? Un escritor misántropo que luego de mucho tiempo aislado de la sociedad se aventura a pasar una tarde en la plena urbanidad. Se habla de centro y periferia, pero esa periferia, esa marginalidad debe entenderse como un autoexilio.

La historia es ese viaje desde el interior de su casa al interior del escritor y de ahí de vuelta a su labor.

El libro cuenta más por su juego con los narradores —hay un narrador protagonista y otro que reflexiona sobre lo que ese narrador vive — y por la forma en la que trata el "oficio" de la escritura —el oficio y no el arte.

Es decir, es de uno de esos libros en los que cuentan más los procedimientos (las construcciones de caminos circulares, por ejemplo) que la historia. Esos textos que te daría a leer un profesor de literatura para que apliques tal o cual hipótesis o modelo de lectura; pero no para que disfrutes.

A pesar de eso, tiene algunas frases:

«Desde que una vez vivió convencido, durante casi un año, de que había perdido el habla, cada frase que el escritor anotaba, y con la que incluso experimentaba el arranque de una posible continuación, se había convertido en un acontecimiento. Cada palabra no pronunciada pero hecha escritura traía las demás, y él respiraba sintiéndose de nuevo unido al mundo; únicamente con uno de esos apuntes logrados, empezaba el día para él, y entonces se encontraba a salvo, o así lo creía, hasta la mañana siguiente.

Pero ese temor a quedarse parado, a no poder seguir, incluso a tener que cortar para siempre, ¿no había estado presente toda su vida a la hora de escribir y en todas sus empresas: en el amor, en el estudio, en cualquier participación, es decir, en todo aquello que requería perseverancia?»

«Desde hacía decenios vivía prácticamente orientado hacia la consecución de aquello que en cada caso estuviera escribiendo; sin embargo, hasta el presente desconocía un «cómo» seguro; dentro de él seguía siendo todo tan provisional como lo había sido en el niño de antaño, luego en el escolar y después en el principiante».

«Poco después de estrecharse la calle, justo entre las primeras casas, le alcanzó la mirada conjunta de un grupo de jovencitos, pero no una mirada de reconocimiento sino de incomprensión, por no decir hostil. Él se imaginó que venían de la escuela donde habían tenido que tratar el sentido, el propósito o tal vez el motivo de un texto literario y que ahora, devueltos por fin a la libertad, habían acordado no volver a abrir jamás un libro y castigar con su desprecio a todos los responsables de semejante coacción».

«Ya en el hecho de aislarme y hacer mi vida aparte para poder escribir —¿cuántos años hacía ya de ello? —, reconocí mi derrota como persona adscrita a una sociedad; yo mismo me excluí de los demás para el resto de mis días. Y aunque siga aquí sentado hasta el final entre la gente, y me saluden, me abracen y me hagan partícipe de sus secretos, yo nunca seré uno de ellos».

«He empezado a escribir bajo el signo del relato. Hay que seguir. Dejar que las cosas existan. Hacerlas plausibles. Exponerlas. Legarlas. Seguir elaborando la más fugaz de las materias, tu aliento; ser su artesano».

El libro es aburrido, pero se deja leer rápido y, como dije, es breve.

¿Por qué lo leí? Encontré una nota sobre un libro del autor en el Suplemento Literario de Telam y me gustó alguna frase que leí ahí. Entonces busqué algún libro, este me llamó la atención por el título. ¿Por qué lo terminé? Suelen gustarme este estilo de bodrios.

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La música que acompañó la lectura: Transit (banda que descubrí hoy) y algunas otras banditas estilo Nerdkids.