«El remezón no vino de a poco. En realidad, nada viene de a poco en esta vida. Todo acaece tal como en los terremotos: de sopetón. Somos nosotros los que vivimos de a pizcas».
Ana María del Río, "Pandora"
Ayer hablaba con una amiga, ella me contaba que tras la muerte de su padre había perdido todo recuerdo de los momentos vividos con él. Veía fotos y no sabía cuándo sucedió eso, dónde estaban, qué habían hecho. Le dolía haberlo perdido y eso le generó ese “shock”, por lo cual sólo le quedaba el dolor del presente y ninguno de todos los recuerdos bonitos del pasado.
Yo pensé que eso es muy triste, porque de esa forma uno perdería totalmente a las personas queridas. Es más, uno sufre porque una persona, de la que nada recuerda, ya no está. Pero no sólo se pierde a esa persona, sino también a parte de lo que nosotros fuimos. Nuestras ilusiones, sonrisas, quejas, peleas, abrazos, temores, secretos… todas esas cosas que uno comparte con las personas. Se pierde por partida doble: física y sentimentalmente.
Luego me explicó que la madre le ayudó mucho a recuperar esos recuerdos. Le comentaba cosas que ella, en principio, no recordaba; pero lentamente empezaba a asociar. Así, recuperaba recuerdos perdidos y eso no implica sólo recordar un momento preciso; “era como volver a estar ahí”. Experimentar por segunda vez lo vivido.
Para todo lo que yo venía pensando que la memoria nos permita eso fue un consuelo: saber que, de alguna manera, como los sismos, la experiencia se replica.
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