lunes, 16 de enero de 2012

Vingt lignes par jour, genie ou pas

Sí puedo, a partir de mañana voy a empezar con esta nueva empresa: veinte líneas diarias, geniales o no. Ese fue el método que se impuso Stendhal para terminar un libro. No sé cuál porque nunca leí sus obras. Siempre me queda ahí Rojo y Negro, uno de esos libros que uno sabe tiene que leer y, por eso mismo, nunca lo hace.

Todavía no sé si trataré de que sea literario, si contaré cosas que me pasan a diario, si lo hare de tono reflexivo sobre los aconteceres del mundo, sobre las noticias locales, si traduciré cuentos del francés (¿aprenderé francés para escribir veinte líneas diarias?), si escribiré efemérides. Son veinte líneas con las que puedo hacer lo que se me antoje. En este blog, y en cualquier otro, puedo hacer lo que se me venga en mente. Por ende, puedo hacer todas y cada una de esas cosas.

Algo se me acaba de ocurrir, escribir mis avances en la monografía. Esa sería una forma de empezar a escribirla de una buena vez por todas. Daulte, Ludmer, el dos mil. Esas tareas que me impongo. Como ya dije, es complicado es escribir sobre algo que te gusta. Y la obra de Daulte terminó por gustarme.

En otro orden de cosas, también puedo empezar a declinar palabras del latín. Para ser simétricos, pueden ser una veintena diaria. Así no me olvido las declinaciones. Debería, de paso, conjugar verbos en todos los tiempos que recuerde y haya aprendido. Por último, analizar un mínimo de cinco oraciones. Con eso tengo aseguradas una tres horas de estudio diario. Latín me cuesta mucho, pero de alguna manera tengo que prepararme para rendir el final. Tengo que llegar a las quince materias.

Al escribir esto, veo que llegar a las veinte líneas no será algo sencillo. Pero no es algo de lo que deba preocuparme ahora, he dicho que, de poder, comenzaré mañana con esta nueva empresa. Así que, de momento, mejor me voy a dormir, después de todo, para ser el prefacio de lo que se vendrá, veinte líneas no parece un mal número.

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